Las cicatrices que llevamos en el alma no son solo marcas de dolor; son testimonios vivos de la desaparición de nuestros seres amados, de las heridas que han transformado para siempre nuestra forma de existir. Cada cicatriz narra una historia de angustia, de noches en vela preguntándonos si alguna vez volveremos a abrazar a quienes un día parimos. Pero también cuentan historias de resiliencia, de aprendizajes profundos que nos han forjado en lo moral, lo personal y lo colectivo. Hoy, ofrecemos esas cicatrices, nuestras historias de pérdida y lucha, para que se conviertan en esperanza, que transforme el dolor en justicia y en un futuro donde nadie nos falte.
Aprendimos a cavar la tierra con nuestras manos, confiamos en nuestro instinto para interpretar las señales de los animales, ese mismo instinto nos ha hecho desconfiar de autoridades que miran hacia otro lado y nos ha ayudado a protegernos de anónimos que buscan herirnos. Reconocemos que la propuesta de ley nace de una intención legitima de resolver un problema que le duele a todo un país, por eso queremos que se nutra con la experiencia de estas madres que han recorrido los montes y veredas en soledad, con el alma rota y la esperanza como única guía. Para que ninguna otra madre cargue con el peso de pedir ayuda a una fiscalía y recibir amenazas en respuesta. Para que ninguna otra abuela tenga que mirar a los ojos de su nieto huérfano para explicarle, con el corazón hecho pedazos, que su padre no volverá. Para que ninguna familia tenga que vivir de las donaciones mientras salen a la calle a buscar respuestas.
Queremos ser la última generación de buscadoras, luchamos para volver a abrazar a quienes parimos y tambien porque queremos heredar a las proximas generaciones un México con paz, donde todos puedan salir de casa sabiendo que volverán. Por eso; venimos a ofrecer nuestras historias como un puente hacia las soluciones. Queremos que estas historias dejen de ser relatos de ausencia y se conviertan en narraciones de reencuentro: de madres que vuelven a abrazar a sus hijos, de familias que se reconstruyen, de comunidades que sanan. Que el vacío de nuestros desaparecidos no sea en vano, que se transforme en un legado de justicia, esperanza y acción.